La Guerra de Ruanda de 1990 a 1994
antecedente del genocidio
antecedente del genocidio
El 1 de octubre de 1990 el Frente Patriótico Ruandés (FPR) en el exilio atacó Ruanda desde el vecino Uganda, que contaba con el soporte logístico y armamentístico de Gran Bretaña y Estados Unidos. La respuesta del gobierno ruandés, con el apoyo de Francia, Bélgica y el Zaire, fue inmediata, y después de repeler el ataque, tomó medidas como el encarcelamiento de seis o siete mil personas acusadas de colaborar con el FPR en territorio ruandés, las cuales fueron liberadas en poco tiempo; algunas de ellas, sin embargo, con signos de haber sido torturadas. La respuesta de Habyarimana tuvo una reacción por parte del FPR, que cometió varias matanzas tales como el exterminio de la población de Muvumba o las matanzas en Ruhengeri, el 22 de enero de 1991, lo que abrió un camino sembrado por el odio con consecuencias catastróficas.
Este macabro toma y daca entre unos y otros fue en aumento y así, los hutus respondieron con la misma moneda atacando y comentiendo algunas matanzas contra la población tutsi en algunas regiones del país. Las principales fueron contra los bagogwe, un subgrupo tutsi del norte, en enero de 1991, y contra los tutsis de Bugesera, en marzo de 1992.
La respuesta del FPR no se hizo esperar: en febrero de 1993, tras un ataque a gran escala por parte del Frente Patriótico Ruandés, hasta un millón de personas tuvieron que retirarse al centro de Ruanda. Algunos lugares donde el FPR diezmó la población son: Ngarama, Mukingo, Kinigi, Kigombe, Matura, Kirambo.
Ante este maremagnum bélico la comunidad internacional intervino con un intento de acuerdo entre el gobierno ruandés y los rebeldes. Presionado desde el exterior, el presidente Habyarimana aprobó una nueva Constitución que autorizaba el multipartidismo, lo que ayudaría a suavizar la situación. Se creó un gobierno de coalición que se propuso, entre otros objetivos, el de comenzar negociaciones con el FPR, lo cual culminó en los Acuerdos de Arusha (Tanzania), firmados en agosto del 93 y auspiciados por la OUA (Organización para la Unidad Africana) y por Tanzania y garantizado por dos misiones de asistencia de las Naciones Unidas, UNOMUR (misión centrada en mantener la calma entre las fronteras de Ruanda y Uganda) y UNAMIR, esta última, establecida a raiz de la Resolución del Consejo de Seguridad nº 872, tomada el 5 de octubre de 1993. Estos acuerdos preveían un gobierno de transición a una sociedad más democrática, la repatriación de los refugiados, la integración de los dos ejércitos y un reparto de poder entre los distintos partidos políticos que se habían creado.
Tras estos acuerdos, la oposición a Habyarimana se divide. Condicionados por el asesinato del presidente Ndadaye y la matanza de hutus en Burundi, los partidos políticos ruandeses se alían en dos frentes: unos se aproximan al presidente y los demás al FPR. El periodo de transición debería concluir en unas elecciones multipartidistas que, debido a la situación en el país, era difícil que fueran ganadas por el FPR aun con el apoyo de hutus moderados. Esto aumentó la tensión entre los partidarios del FPR que no creían alcanzar el poder a través de las urnas.
Durante los últimos meses de 1993 y principios de 1994, según nos cuenta el Comandante de la misión UNAMIR (Misión para la Pacificación de Ruanda de Naciones Unidas), General Romero Dallaire, se produjeron hechos claros que hacían presagiar lo peor. Desde occidente se veía el conflicto ruandés como un conflicto interno y la soberanía de las decisiones a tomar era de los políticos ruandeses. A juicio de las Naciones Unidas y Estados Unidos, sobre todo, la situación no era tan extrema como para llevar a cabo una interveción militar por parte de la misión UNAMIR. Sin embargo, Dallaire, estaba convencido de que existía un plan macabro con el objetivo principal de eliminar a la etnia tutsi y hutus moderados opositores al gobierno.
Este macabro toma y daca entre unos y otros fue en aumento y así, los hutus respondieron con la misma moneda atacando y comentiendo algunas matanzas contra la población tutsi en algunas regiones del país. Las principales fueron contra los bagogwe, un subgrupo tutsi del norte, en enero de 1991, y contra los tutsis de Bugesera, en marzo de 1992.
La respuesta del FPR no se hizo esperar: en febrero de 1993, tras un ataque a gran escala por parte del Frente Patriótico Ruandés, hasta un millón de personas tuvieron que retirarse al centro de Ruanda. Algunos lugares donde el FPR diezmó la población son: Ngarama, Mukingo, Kinigi, Kigombe, Matura, Kirambo.
Ante este maremagnum bélico la comunidad internacional intervino con un intento de acuerdo entre el gobierno ruandés y los rebeldes. Presionado desde el exterior, el presidente Habyarimana aprobó una nueva Constitución que autorizaba el multipartidismo, lo que ayudaría a suavizar la situación. Se creó un gobierno de coalición que se propuso, entre otros objetivos, el de comenzar negociaciones con el FPR, lo cual culminó en los Acuerdos de Arusha (Tanzania), firmados en agosto del 93 y auspiciados por la OUA (Organización para la Unidad Africana) y por Tanzania y garantizado por dos misiones de asistencia de las Naciones Unidas, UNOMUR (misión centrada en mantener la calma entre las fronteras de Ruanda y Uganda) y UNAMIR, esta última, establecida a raiz de la Resolución del Consejo de Seguridad nº 872, tomada el 5 de octubre de 1993. Estos acuerdos preveían un gobierno de transición a una sociedad más democrática, la repatriación de los refugiados, la integración de los dos ejércitos y un reparto de poder entre los distintos partidos políticos que se habían creado.
Tras estos acuerdos, la oposición a Habyarimana se divide. Condicionados por el asesinato del presidente Ndadaye y la matanza de hutus en Burundi, los partidos políticos ruandeses se alían en dos frentes: unos se aproximan al presidente y los demás al FPR. El periodo de transición debería concluir en unas elecciones multipartidistas que, debido a la situación en el país, era difícil que fueran ganadas por el FPR aun con el apoyo de hutus moderados. Esto aumentó la tensión entre los partidarios del FPR que no creían alcanzar el poder a través de las urnas.
Durante los últimos meses de 1993 y principios de 1994, según nos cuenta el Comandante de la misión UNAMIR (Misión para la Pacificación de Ruanda de Naciones Unidas), General Romero Dallaire, se produjeron hechos claros que hacían presagiar lo peor. Desde occidente se veía el conflicto ruandés como un conflicto interno y la soberanía de las decisiones a tomar era de los políticos ruandeses. A juicio de las Naciones Unidas y Estados Unidos, sobre todo, la situación no era tan extrema como para llevar a cabo una interveción militar por parte de la misión UNAMIR. Sin embargo, Dallaire, estaba convencido de que existía un plan macabro con el objetivo principal de eliminar a la etnia tutsi y hutus moderados opositores al gobierno.