domingo, 20 de marzo de 2011
Terremoto de 8,9 grados sacude Japón
Era como para que no hubiese quedado nada. Sin embargo, Japón aunque herido de muerte, resistió y probó que, pese a la tragedia, aprendió a vivir en medio de las sacudidas de la tierra.
El terremoto, de 8,9 grados de magnitud, arrasó carreteras, derrumbó edificios y provocó incendios en todo el noreste de la costa del Pacífico.
La ciudad más afectada fue Sendai, donde una gigantesca torre de agua, de hasta 10 metros de alto, se llevó a su paso miles de casas y automotores; el aeropuerto y como un castillo de naipes, cayeron y desaparecieron en el agua, uno a uno, sofisticados proyectos agroindustriales. Las autoridades estiman que en esa ciudad costera, cientos de personas murieron ahogadas.
Las imágenes de la tarde del viernes japonés eran asombrosas: autos que flotaban como pacas de icopor, subían y bajaban por calles convertidas en mares; barcas a la deriva que aparecían lejos del mar o dentro del mar mismo antes de ser engullidos por las gigantescas bocas de los remolinos. Aseguran que en uno de esos remolinos desapareció un barco con más de cien personas a bordo.
En la primera noche luego del terremoto y el tsunami, Japón se metió en una oscuridad apocalíptica, iluminada por gigantescas llamas que consumían edificios, fábricas y barrios enteros.
Lo que quedó de tierra firme era sacudido, una y otra vez por réplicas en todo el territorio. Se contaron 60 de ellas solo en la jornada del viernes, cuatro de 7 grados o más en la escala de Richter, y, ya de madrugada, otros tres terremotos de más de 6 grados sacudieron Nagano (norte de Japón) y provocaron más inquietud en un país que no pudo dormir.
Centenares de miles de personas se resguardaron en refugios y estaciones o se quedaron en sus lugares de trabajo ante la imposibilidad de llegar a sus viviendas.
Tokio, la metrópolis más poblada del mundo, con más de 30 millones de habitantes en su área metropolitana, vio colapsado su transporte por la suspensión provisional del metro y de los trenes de cercanías, además del bloqueo del servicio de los teléfonos móviles.
La tierra no dejó de temblar desde que se produjo el devastador sismo, con epicentro a 130 kilómetros de la costa y una profundidad de 20 kilómetros.
El último cómputo oficial de las autoridades hablaba a las 8:00 a.m. (hora del sábado en Japón), de 271 fallecidos y de 681 desaparecidos, pero los medios de comunicación local, duchos en informar sobre este tipo de episodios de muerte, afirmaban que los desaparecidos pasaban de 80.000.
En medio de la desgracia, la solidaridad mundial se hizo sentir. Gobiernos y personas de todo el planeta expresaron su solidaridad con el país del sol naciente. Más de 68 equipos de búsqueda y rescate de 45 países ofrecieron su ayuda.
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